LOS CORRUPTOS Y MIS CORRUPTOS
Son tantas las ideas que se nos agolpan en el cerebro, que se me ocurre pensar que es una especie de réplica, en miniatura, de la vorágine de acontecimientos que están en desarrollo en la política a nivel nacional, la falta evidente de un plan congruente y eficaz para enfrentar la pandemia, la inseguridad que está en niveles nunca antes vistos, el desastre económico que apenas comienza y como si nos hiciera falta, el juicio legal-mediático-circense del Sr. Emilio Lozoya.
El caso del Sr. Emilio Lozoya, confeso de haber aceptado sobornos de la compañía brasileña Odrebech, lejos de ser un acto de justicia y de lucha contra la corrupción, cómo debiera ser y que todos aplaudiríamos, se ha convertido, o lo ha convertido, en un instrumento de propaganda del régimen en su lucha contra del pasado corrupto y corruptor, claro, muy al estilo 4T. El contenido de la Carpeta de Investigación del caso Lozoya, ya es de dominio público: un video, primero, y luego, la demanda que hace el acusado en contra de altas figuras de la política nacional, aparecen después de que el titular del Poder Ejecutivo pide que por "interés nacional" se deben de hacer públicos tales documentos. Que viole la ley es lo de menos.
El Sr. Presidente se queja de que no se difunda el video en los medios y en las llamadas redes sociales y para compensar tal afrenta lo repite en su rueda de prensa mañanera y con una alegría mal disimulada, recrimina a los corruptos del sistema neoliberal. Aún no han sido juzgados pero él ya los sentenció. Basta con lo dicho por Lozoya, que busca el beneficio del "Criterio de Oportunidad" y tal parece que para lograrlo se ha convertido en un instrumento dócil, acusando y denunciando a los enemigos políticos de éste.
Que quede claro y no haya confusiones, aplaudimos y nos congratulamos de que los políticos corruptos, sea quien sea, pague sus fechorías. Apoyamos la decisión de acabar con la impunidad. En lo que no podemos estar de acuerdo es el linchamiento mediático de las personas acusadas, en el caso Lozoya, del uso circense, del amedrentamiento político, del sometimiento de la fiscalía a los caprichos del Ejecutivo, aunque finja sorpresa de las filtraciones de documentos de la Carpeta de Investigación, del manejo poco pulcro del este caso en particular, que pudo haber sido el "caso insignia" de una sana y justa demanda de combatir este flagelo, que tano daño nos ha hecho.
Debemos reconocer que López Obrador supo interpretar el hartazgo que teníamos ante tanta corrupción y tanta impunidad, el deseo de parar en seco a tanto político ladrón y que pagaran sus culpas, lo supo ver y explotar tan bien que fue, básicamente, su principal eje de campaña, esto le dio 30 millones de votos, de cerca de 88 millones posibles, que, claro está no fue la mayoría, pero que sí fueron suficientes para ganar la elección.
El problema es que no se ha dado cuenta que ya es gobierno, que su promesa de acabar con la corrupción la debe de transformar en hechos, no hacer distingos de los corruptos del pasado y "mis corruptos".
A los que todavía esperan un gobierno sensato, prudente, con programas sólidos en las cuestiones de seguridad, salud, economía, -por mencionar solo los más sentidos por el pueblo-, les tengo que decir que ya no podemos esperar algo serio de esta 4T. A un año y 9 meses de haber tomado el poder siguen culpando a los neoliberales, fifís, señoritingos, etc. etc. de todos sus fracasos. Si hablamos del fracaso en combatir a la delincuencia organizada, es culpa de Calderón y en la economía los neoliberales. Una desilusión más: ¡la 4T resultó un "cuatrote" para crédulos ingenuos!
El caso Lozoya nos sirvió para reafirmar lo que ya hace tiempo veíamos venir. Nos cayó como "anillo al dedo" para comprobar una vez más que él, que pareció ser la solución para tantos problemas que nos aquejan, resultó ser un mentiroso y vengativo, que quiere combatir la corrupción del pasado como pretexto para satisfacer sus rencores y odios. Los corruptos de su gobierno o de los suyos no lo son por la sencilla razón -dice- de que no son iguales. A los Ackerman, los Bartlett, los Robledo, los Píos López Obrador y todos los que se vayan descubriendo ya están perdonados por el gran sacerdote y dios de la 4T. El pueblo debe distinguir entre un vulgar funcionario del pasado, ambicioso de dinero y poder, de los cuatroteños, luchadores sociales y sacrificados servidores públicos. El inmaculado ya lo dijo, sus corruptos no son lo mismo.